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Cosas que hacemos y decimos la gente-por Blanca Gómez López

10/07/2007

Hace bastantes días ya que no cojo el Alvia Madrid-Barcelona. En cierto modo resulta un alivio, la verdad. Sin embargo, en otro modo no menos cierto es un hecho que estos días sin vivirlo me he dado cuenta de la cantidad de oportunidades de observación de la conducta humana que proporciona. Y yo soy adicta, claro está ya a estas alturas, y si cuento todo esto es con el objetivo de justificar que, pensando hace un rato qué podía contar aquí hoy, haya recurrido a este tren.

La cosa es que, en el último trayecto que hice, mi compañera de viaje resultó un pelín más pintoresca de lo normal -que la media, digamos, para evitar suspicacias-. Se trataba de la típica pseudo-hippie que ronda los cincuenta, portadora de ropa barata y desteñida -lo digo con admiración-  pero que lucha por quitarse años siéndolo a la vez de bastante maquillaje y mucha pintura de uñas -lo digo sin ella-.

Hasta ahí todo bajo control: La miro, la clasifico mentalmente tal y como os acabo de contar, sigo escuchando lo que fuera que escuchaba aquel día. Al rato, y según los acontecimientos del entorno van proporcionando las oportunidades, se comienzan a suceder los comportamientos que la convertirían en fuente especial de atención por mi parte:

 

1- Cuando sale y entra a su asiento -ella va dentro, tengo que levantarme tanto para dejarle efectuar una operación como la contraria- no dice ni mú. Pero ni mú ni mú, esto es: me empuja, y cuando yo le pregunto si quiere salir -con el objetivo de convertir la situación en una que yo pueda clasificar acorde a mi experiencia previa- ella no contesta, limitándose a empujar con más fuerza.

 

Pienso: “qué tímida”.

 

2- Cada vez que vuelve de donde fuera que hubiera ido -es que se levantó muchas veces, eh- , vuelve cantando a voz en grito, o más bien recitando letras -que nunca he oído-, todas con un denominador común: el buen rollo. O eso -lo del denominador común- o es que se trataba de estrofas diferentes de la misma canción, que también puede ser. En cualquier caso, lo que quiero que quede claro es que, además de cantar en un volumen considerable, la/s letra/s en concreto que decidía repasar resultaban especialmente vergonzosas- léase en el buen sentido- de cantar: que si “todos juntos”, que si “la felicidad a tu lado”...

 

La primera vez -y todas y cada una de las que lo vuelve a hacer- confirmo mi pronóstico: timidez extrema. Tanta, que como sabe que llama la atención per se toma la decisión de llamarla mucho más, para marcar los límites. Quiere dar miedo, creo.

 

3-Cuando un desventurado caballero, que se sienta dos filas más cerca de la pantalla de vídeo que nosotras, decide tomarse su bocata permaneciendo en pie, Ella decide que es momento de dirigirme la palabra. Como el conflicto se lo plantea otro, ahora sí: “¿Y este señor no se piensa sentar?”. Yo, que sigo concentrada en diagnosticar su miedo a los demás o su todo lo contrario, apenas muevo la cabeza. Segundos mas tarde, grita “¿Quiere usted sentarse, hombre, que no vemos nada!”.

 

En este momento, reconozco que me desconcierta. No sé. Ahora simplemente no entiendo su relación con el mundo. Dudo de todas mis conclusiones anteriores. Necesito una respuesta.

 

4- Cuando una no menos desventurada mosca comienza a resultar insistente en su deseo de sobrevolar nuestros asientos, la decisión de la protagonista no resulta otra que espantarla a revistazos. Coge la revista del corazón que ha ido hojeando todo el trayecto y la agita violentamente con el objeto de quéséyo. Por supuesto, en uno de estos vaivenes de su arma me golpea. La miro. Ni me mira. No abre la boca para pedir perdón, por supuesto.

 

Sé que muchos pensaréis que esta última intervención de nuestra estrella indica todo lo contrario. No obstante, yo me limito a relatar lo que pensé, literalmente, en aquel momento:

“Se confirma. Es tan tímida que ni siquiera se atreve a pedir perdón”.

Y lo digo con conocimiento de causa, creedme. No de la suya, sí de la causa.

4 comentarios

Axl -

Te acabas de ganar un lector semi independiente, tus analisis humanos son apasionantes por su sencillez y certeza.
Mientras no le digas a mi jefe que empleo las horas de trabajo en esto, podemos mantener la relación.

Blan -

Lo único que añadiré, tras estos agradables cmentarios -me he reído mucho imaginándoos a los dos liándoos a hostias con ella-, es que se entendía mejor todo viéndole la cara y otros tantos matices que la hacían agradable a la vez. Mea culpa, claro. No se ha transmitido.

Manolo -

En el tren lo que hay es mucho capullo exacerbado por el traqueteo y el síndrome del ascensor pero a lo largo de cuatro horas en lugar de cuatro pisos. Joer ya.

cler -

Aunque yo habría llegado a otras conclusiones, tendré muy en cuenta la tuya. Al axioma "el mal no existe" añadiremos "la timidez extrema te vuelve violento, asocial y desagradable". Vale.