Blogia
Cosas que hacemos y decimos la gente-por Blanca Gómez López

13/11/2007


Los hechos se sucedieron muy rápido en aquella cola de súper: esperé a que llegara mi turno, vacié el carrito, lo dejé en el lugar apropiado para que me fueran devueltos los dos euros que había invertido en su uso, volví a la caja; mi compra ya estaba siendo registrada. Mi compra se había empezado a entremezclar con la de la chica anterior, la chica anterior se dio prisa en acabar de meterla en bolsas con el objeto de evitarlo, lo consiguió, se disponía a marcharse, vi que de una de ellas sobresalía un paquete de pasta como el que yo había comprado, le pregunté si no era mío, se tensó, me dijo que no, comprendí que el mío simplemente aún no había sido cobrado, la chica se fue. La chica se fue, el supuesto segundo paquete no apareció, el primero resultó ser mío, pensé “qué le vamos a hacer”.


Total, que me habían robado un paquete de pasta tricolor, de marca blanca. Y de una marca blanca especialmente económica, además. Lo digo porque creo que el dato demuestra por sí mismo que se puede descartar de todo punto el hurto premeditado, y dejar únicamente espacio a la equivocación. Ahora bien, ¿qué puede llevar a alguien a correr el riesgo de convertir a tanta gente como allí había en testigos de no haber pagado un paquete de pasta a cambio de, precisamente, un paquete de pasta? Porque, de hecho, nuestra protagonista se arriesgó. Se arriesgó al ni por un momento echar un vistazo a sus otras bolsas; se arriesgó al ni por un momento mostrar un atisbo de duda. Y, como se había equivocado con la pasta -de igual manera, por un lado, y debido a, por otro-, se equivocó con la decisión de no comprobarlo.


Se equivocó dos veces, y creo que no fue pura casualidad o tendencia natural a la equivocación por parte de la equivocada. Creo que hubo ciertos factores, relacionados con el estado de ánimo en que se hicieron las cosas, que facilitaron tanto error, y creo que fueron, de hecho, los siguientes:


-ESTRÉS: A la señora anterior a la chica anterior aún no os la he presentado. Se trataba de una señora elegante, vestida intencionadamente con aspecto de progre, que quería que todos nos diésemos cuenta de que estaba allí. Se olvidaba cosas encima de cosas, hablaba muy alto, lo hacía todo muy despacio y con mucho aire de superioridad. Lo del aire hacía que nos resultase especialmente desagradable lo de despacio, sobre todo porque la cajera que nos estaba atendiendo lo hacía ya fuera de tiempo en lo que a su horario laboral se refería.

Así se explica el primer rasgo de las condiciones bajo las que actuó nuestra protagonista, el estrés, el de no retrasar aún más la labor de aquella cajera por otra parte tan simpática.


-INDIGNACIÓN: Además de propiciar, en el resto de los componentes de la cola, la aparición de un cierto deseo de hacerlo todo rápido, la señora anterior a la chica anterior también consiguió crear un cierto grado de indignación en su sucesora, indignación que esta última tradujo, según me pareció, en seguir actuando con rapidez una vez efectuado el pago de sus compras: en ese momento, aunque la cajera hubiera quedado liberada y por tanto el estrés en este sentido dejara de estar vigente, era importante seguir siendo rápida, porque, si conseguía llenar las bolsas antes que su adversaria, habría tenido la oportunidad de darle una lección moral sobre cómo no alterar demasiado la vida de sus congéneres.



-ORGULLO: El momento en que yo, ajena a todo, volví de dejar mi carrito y le pregunté si no se estaba llevando mi pasta por equivocación, no era un momento cualquiera, ahora lo entiendo. Era el momento, precisamente, de la culminación de su actuación aleccionadora: había conseguido terminar antes que la señora anterior a ella, la chica anterior. Le había demostrado cuan eficiente y solidario se puede ser en la cola de la compra. No podía dudar de ella misma en aquel momento, es que no, es que si me planteo ahora si lo he hecho todo bien o no tiro todo el trabajo por tierra sobre todo si acabo tardando más tiempo en cargar por comprobar las bolsas tiro todo el trabajo por tierra


-VERGÜENZA: En realidad, el orgullo le rogó que actuara con determinación en el momento de dejar atrás la caja. Dudar, tuvo que dudar, porque lo había hecho todo muy rápido, porque todos dudamos como forma de vida, porque, al fin y al cabo, tenía razones para dudar. Pero el momento era demasiado importante para plantearse siquiera tener esa duda en cuenta. Ahora bien: una vez fuera del súper, esto es, una vez había resuelto con éxito la situación -cuya importancia en realidad no residía sino en terminar rápido- , la comprobación de errores, o incuso la enmienda de los mismos, hubiera podido parecerle a nuestra chica anterior un final perfecto de actuación, un tener la posibilidad de ampliar el horizonte pedagógico de la misma.

Pero esas cosas, volver sobre las situaciones una vez acabadas las situaciones, dan mucha vergüenza.

6 comentarios

Manolo -

Qué tontería; seguro que toda la cola había comprado pasta. ¿No os habéis enterado de cómo ha subido el IPC con lo del trigo y tal? Un huevo.

Axl -

Tu sabes... para gustos... marcas de pasta. x)

Blanca -

Vale, me rindo. A mí el robo de algo tan cutre -no si te apetece a priori, pero sí si no se te ha ocurrido- me parecía inverosímil, pero qué gilipollez.
Entonces hay que volver al principio y retomar el dilema inicial, como decías tú. Aceptamos hurto como posibilidad. Aunque yo creo que si llegó a probar esa pasta tan poco currada, recapacitó. Estoy casi segura.

Axl -

La probabilidad de que dos personas consecutivas en la cola del super compren pasta, además del mismo tipo y marca, resulta tan remota, que no puedo menos que valorarla como una opción a tener muy en cuenta. Hay veces que la explicación no es tan compleja como nos gustaría, habiendo individuos que solo son mezquinos "per se". Yo conozco, y seguro que tu también, personas que de entrada siempre mienten ante una pregunta, y luego recapacitan su respuesta. Pero si es ante desconocidos, este segundo acto (el de recapacitación) no suele llegar a producirse.

Blanca -

Tienes razón, no lo he considerado, y la verdad es que ha sido porque no tengo claro cómo afecta: al fin y al cabo, la equivocación cambia de caracter, pero no desaparece: Si tiene la pasta, se equivocaba con el paquete disputado, porque era el mío. Si no la tiene, se equivoca al pensar que se acordó de comprar la pasta, y da por hecho que, como tenía que comprarla, así lo ha hecho.
Supongo que tú te refieres a que nunca lo hubiera pensado, y claro, entonces sí se hubiera tratado de la primera y desechada opción, la del hurto. ¿De verdad lo crees posible?

Axl -

Como siempre, es imposible controlar en el caos de La Realidad todos los factores que afectan a una decisón. Se me ocurre uno, en concreto, que creo que no has valorado y que podría inclinar la balanza a uno u otro de los motivos que expusiste:

¿Llevaba la protagonista, además de tu paquete de pasta, uno exactamente igual que SÍ pertenecía a su compra?

La respuesta afirmativa o negativa a esa pregunta habría arrojado mucho luz en las motivaciones, y si fue instintiva o no la reacción de ella.
En cualquier caso, tu análisis tremendo, como siempre :)