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Cosas que hacemos y decimos la gente-por Blanca Gómez López

19/01/2008

Un día de aquellos en que aún frecuentaba las líneas de grandes distancias de Renfe, que tantos contactos sociales pintorescos me proporcionaban, se convirtió definitivamente en uno de aquellos al proporcionarme uno de los otros, y uno bastante entretenido, además. Una pareja de chicas que se juraba a voz en grito y cada par de minutos amistad eterna -pero cuya relación más bien parecía hacer aguas- se dedicaron, durante todo el trayecto y además de a lo de gritarse, a la más vieja de las distracciones conocidas: a ingerir cantidades totalmente desmesuradas de alcohol en sus diferentes versiones consumibles. Con estos datos en vuestro poder, podéis imaginaros perfectamente en qué se basaba el entretenimiento que comentaba que nos proporcionaron al resto de los pasajeros de aquella parte del vagón.

Sin embargo, y aunque no lo haya parecido hasta ahora, sobre lo que quería escribir hoy no está relacionado con el desarrollo del viaje de estas dos señoritas, sino más bien con el inicio del mismo. Y es que la razón de que consiguieran ir sentadas juntas no es, como sin duda puede parecer, que les vendieran al planear el viaje los correspondientes billetes, no. La mala suerte y supongo que el dejar tal compra para el último momento habían conducido a que les vendieran y por tanto les correspondieran en inicio dos billetes de pasillo, uno de los cuales se encontraba justo a mi lado. No cabe demasiado misterio sobre cómo se resolvió la situación: evidentemente les cambié el sitio. Sólo a una de las dos, claro está. Pues bien, aquí viene lo interesante. La conversación que tuvo lugar entre esta una de ellas -que es, además, la que nos interesa- y yo misma, desde que se dieron cuenta recién llegadas al tren de que no estaban juntas hasta que se realizó el cambio de asientos con éxito, sólo consistió en tres frases:

Yo: -Si queréis os cambio el asiento, a mí me es igual
La una de las dos: -Ah, pues vale
La una de las dos, al rato, en voz alta: - Qué simpática es la gente. Desde luego, yo no le cambiaría el sitio a nadie aunque me lo pidiera. Aunque sólo fuera por joder.

Y me sorprendió, por qué no decirlo. Y después de sorprenderme decidí pensar un poco en ello.
 
La respuesta más inmediata que surge a la pregunta de por qué sorprende oír semejante frase parece obvia: lo que ha dicho tiene toda la pinta de ser cierto, claro, pero es que entonces, ¿por qué reconocerlo, si nadie te ha preguntado? Y claro, aquí es cuando se lía la cosa:  ¿por qué nos sorprende que se pronuncien según qué enunciados ciertos? Y es que estaréis conmigo en que lo que sorprende de tal afirmación no es la verdad de su contenido, sino el hecho mismo de que se pronuncie. Y si el contenido no nos resulta demasiado revelador, ¿por qué sí lo hace el pequeño añadido, en el peor de los casos, que debería suponer la sinceridad?

A simple vista puede parecer que nos molesta que otro nos recuerde que nosotros no sabemos si cederíamos realmente nuestro sitio -vale, ya sé que la mayoría sí haríamos algo tan sencillo y poco molesto, pero lo que busco es el mecanismo que hay detrás de nuestra reacción ante este tipo de enunciados, ante cualquiera de ellos, y cualquier cosa no sabemos si la haríamos-, y que, no contentos con ignorar si estaríamos dispuestos a hacerlo o no, decidimos cubrirnos las espaldas no queriendo oír hablar del tema. Porque parece que la única razón para acusarse a uno mismo es la de conseguir a la vez, con ello, acusar en mayor grado a los demás: ¡ellos son tan malos como yo,pero además lo niegan! Pero no, no es eso lo que nos molesta, no nos acaba de convencer el argumento de que la chica de la verdad nos quisiera llamar insolidarios y mentirosos. Ella seguramente no tenía insultarnos en mente, y esta seguridad nuestra se deriva del hecho de que sabemos que el planteamiento del supuesto insulto es más bien propio de alguien que nunca diría lo que ha dicho ella, es decir, es un planteamiento que se nos podría pcurrir a nosotros: como nos escandaliza que alguien no quiera mantener una imagen, simplemente nos inventamos la manera de que en realidad sí lo esté haciendo.
Por eso yo creo que no es eso. Yo creo que realmente la mayoría de acusaciones a uno mismo se derivan de una total indiferencia a lo que los demás opinen sobre el acto del que se acusa el sujeto, o incluso de una esperanza, diría yo, de que opinen que, efectivamente, tal acto es inadmisible.

A esta chica en concreto, creo yo, le daba bastante igual lo que pensáramos los demás. Y me atrevería a decir que es  precisamente eso lo que nos molesta. Que diga la verdad vale, que nos intente insultar también, pero que le dé igual lo que pensemos... eso sí que es intolerable.

7 comentarios

blan -

sí, ahí me has pillado. creo que reflexionará, porque ha sido educada en el mismo mundo que nosotros, pero tembién te digo que creo de corazón que sua frimación era totlmente cierta...osea, que será un "para qué hablaré" ,o algo, no sé, pero como muy light.

cler -

Blan, tú estás dando por hecho que SI reflexionará sobre sus palabras.

blan -

Pues yo apuesto por la segunda opción: recuerda que la sujeta todavía estaba totalmente sobria. Es que es la que me parece más graciosa... en realidad supongo que es la primera. ¡Se admiten más opciones!(gracias a los dos por enriquecer el debate, por otro lado...)

clara -

A mí me viene otra idea a la cabeza: reflexionará más tarde LUDLDQNI sobre la afirmación provocativa y punki (estoy de acuerdo con M. en que en ese momento lo hizo por "aguayarse", o sea, hacerse la guay) que decenas de personas habían oído de su boca? Pensará entonces "qué bocazas soy, cómo no le voy a cambiar el asiento a alguien", o tal vez "pues a lo dicho pecho, hasta que me muera ya no le puedo cambiar el asiento ni al espíritu santo", o quizá "ah, pero alguien creyó que lo decía en serio? Tía, pero si iba más pedo que alfredo...".
Yo, francamente, apuesto por la última variante. Como aprendí de mi amiga B., la gente no es mala. Sólo se lo hace a veces.

Manolo -

La entrada, buen. esp.

blan -

Sí, probablemente eso tamvbién. ¿El qué te parece claro y guay? ¿Su comportamiento?

Manolo -

Pues a mí me parece bastante claro y bastante guay.

Propongo otra explicación, que se solapa con la tuya: simplemente se está haciendo la guays con su amiga, quizá, pretendiendo que ella entienda lo que tú propones -que a LUDLDQNI el resto del mundo le resulta indiferente- y esperando que a ella eso le parezca glamouroso y punk.